Foto tomada en el Restaurante Casa Román, de Pinedo, el 3 de enero de 2010
Llega la Navidad; y se repiten las miles de tradiciones de las que todo el mundo participa, porqué sí (qué ese es otro debate, el de qué celebra quien no tiene nada que celebrar; pero excede del ámbito de este blog)
Entre esa larga lista de costumbres repetidas, hallamos, en nuestra querida España, la de beber y regalar vino.
En Navidad, incluso quien vive todo el año ajeno a este placer de dioses, consume, compra y recibe. Y así la gente ve desfilar por delante de sus narices vinos de todo tipo; que asume sin contemplaciones, como si todas las botellas fueran iguales.
Y empiezan las barbaridades. Y ya no hablo de los maridajes y progresiones (a los que nos estamos refiriendo en otros artículos de este blog). No. Hablo de otras cosas más elementales (y sangrantes)
En muchos hogares españoles no se tienen en cuenta ni modos de apertura de botellas, ni temperaturas apropiadas; ni decantados, a veces inexcusables.
Se da cuenta de aquella botella que nos regaló no se quién, ó de aquella otra que venía incluída en la caja de Navidad; y ya está. Sin mirar más. Beber por beber. Y eso puede estar bien para ciertas bebidas y según las intenciones de cada cual (allá él); pero no con el vino.
Beber vino no es un simple dispendio gastronómico.
Es arte.
Es placer y disfrute sensorial.
Y es, sobre todo, un lujo a nuestro alcance.
Hacerlo bien o mal, es cosa nuestra.
Y dicho esto, con toda la sinceridad que me cabe, y con todo el cariño del mundo; aprovecho para desearos a todos los VINISIMOS del mundo una FELIZ y ENOLÓGICA NAVIDAD.
2 comentarios:
Sabios consejos los tuyos. Os deseo felices fiestas y un año nuevo, lleno de experiencias nuevas.
Bebamos con moderación y sabiduría.
Querido Xavi:
Gracias por tus palabras en Vinísimo.
¡Feliz año nuevo lleno de vinos!
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