Comento a continuación la cata de este vino, al que me invitó el clásico; y que es a su vez un clásico en la clásica Rioja.
Un reserva de 15 años, a la altura de lo que se esperaba de él, y prácticamente en un excelente estado de conservación para su toma, a falta de algún pequeño matiz de expresividad que quizá, un mayor tiempo de oxigenación, habría revelado.
Hablar de las Bodegas Marques de Murrieta (desde 1852 a la vanguardia del vino), así como de la maravillosa Finca Ygay situada en Rioja Alta (es una de las extensiones vinícolas que más me han impresionado en la zona de Rioja) sería dedicar párrafos y párrafos y no acabar. Lo dicho: un clásico entre los clásicos.
Se trata de un excelente caldo de 14%; elaborado básicamente con tempranillo, aunque con unos pequeños componentes de garnacha tinta y mazuelo.
Y al pasar a comentar su cata, hay que tener en cuenta que hablamos de un reserva de 1994; con todo lo que ello puede influir.
Si ir más lejos, en el color. Cereza, con borde atejado; capa media; y un espejo limpio a pesar del tiempo.
Llamativo: la lágrima, fina; no tinta la copa.
En nariz su intensidad es media; y evoca al cuero; y a la pimienta; sobre un claro respaldo de madera.
El paso por la boca es bueno; y denota su solera; sin dejar por ello de tener un post-gusto largo y frutal a su vez; donde la madera nos sigue acompañando hasta su desvanecimiento.
Otro clásico al que nos invita el clásico.
Después de esto... ¿Qué se podía tomar?
Pues cambio de tercio; pero sin desmerecer: nos pasamos a un Dehesa de la Jara de Alejandro Fernández de 2004. Así, pudimos olvidarnos del Murrieta, y que la melancolía no nos invadiera demasiado.
Hasta pronto, vinísimos.
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